El agua y la gestión forestal

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A pesar de las últimas lluvias, la sequía hace estragos en los bosques catalanes. El año pasado, más de 33.000 hectáreas sufrieron la carencia de agua y del calor extremo. Se trata de casi 10.500 hectáreas nuevas, que se suman a las más de 22.000 hectáreas ya afectadas el 2021. 

Son datos del informe DeBoscat, la red de monitorización del Decaimiento de Bosques de Cataluña, a las cuales ha tenido acceso Nación. Sus impulsores, el Departamento de Acción Climática con el apoyo de los Agentes Rurales y lo CREAF, señalan que ha sido el año más duro por los bosques catalanes desde que hay registros donde se ha vivido una auténtica “guerra por la agua”.

"El año pasado, más de 33.000 hectáreas sufrieron la carencia de agua y del calor extremo"

Dos años muy duros

El 2021 un total de 22.595 hectáreas fueron afectadas por la sequía y las olas de calor. Un impacto que incluye la decoloración de las hojas, su caída fuera de temporada y, incluso, la muerte. La sequía se hizo más intensa el año siguiente provocando un empeoramiento en unas 17.838 hectáreas de estas mismas zonas y la afectación en 10.477 hectáreas más.

De este modo, el año pasado sufrieron efectos severos un total de 33.072 tiene que bosque, casi un 2,4% de toda la superficie forestal. Para comparar: un campo de fútbol ocupa entre 0,6 y 0,8 hectáreas y la superficie calcinada en Cataluña por los incendios forestales el año pasado fue de 5.800, la peor cifra de la última década.

El informe DeBosCat se elabora desde el 2012. En la primera edición se registraron 40.000 hectáreas afectadas, pero eran datos que reflejaban las afectaciones de aquel año y de toda la historia pasada que nunca se había cuantificado. En este sentido, tanto Acción Climática como lo CREAF apunta que se “trataba de una cifra hinchada” y que, sin duda, el año pasado fue lo más duro para los bosques de nuestro país.

Afectación en el norte de Cataluña y cambio climático

El impacto territorial es muy superior en la mitad norte de Cataluña. “Son bosques que cuando se empezaron a desarrollar hace 50-60 años tenían condiciones muy diferentes”, explica Anna Sanitjas, directora general de Ecosistemas Forestales del Departamento de Acción Climática.

En este sentido, muchas de los montes son una fotografía de un clima que ya ha cambiado. “Hay especies como la encina y el pino rojo que sufren mucho, puesto que necesitan más agua y temperaturas más bajas. En cambio, otros como el pino carrasco están mucho más preparadas a este tipo de condiciones”, añade.

La comarca con más nueva superficie afectada el 2022 fue el Pallars Sobirà, con más de 2.600 hectáreas. Es el doble que la segunda y la tercera, Osona (1.300 ha) y el Berguedà (1.200 ha).
Aun así, si nos fijamos en la afectación de los dos años también aparecen la Noguera –la comarca con más superficie: casi: 5.000 hectáreas- y el Pallars Jussà, en cuarta posición (3.558 ha). Otras zonas, como el Vallès Oriental, el Solsonès o el Bages resistieron relativamente bien el 2021, pero ya sufrieron mucho más el año pasado.

Por especies, los árboles de hoja caduca como robles, encinas o haya registran mucha más afectación –más de 21.000 ha- que las coníferas, es decir, pinos y abetos, con casi 6.000. En este último caso, aun así, los efectos acaban llegando con meses o años de retraso –este año se está constatando un impacto mayor-.

Además, los pinos tienen una respuesta menos elástica: cuando pasan de verde a marrón es que el árbol ya ha muerto, mientras que encinas y robles tienen más margen y, después del decaimiento, pueden rebrotar si las condiciones son favorables.

Como evitar una “guerra por la agua” en los bosques

El cambio climático nos sitúa en un escenario con menos lluvia, pero sobre todo más mal distribuida. Aun así, uno de los elementos más desconocidos es como el incremento de la superficie forestal –actualmente ya ocupa el 64% de Cataluña- y, sobre todo, la suya densificació está disminuyendo los recursos hídricos disponibles.

“Son los grandes consumidores ocultos de agua de nuestro país”, señala la directora general de Ecosistemas Forestales. De media, un árbol consume 7.000 litros anuales y, en algunos casos, esta cantidad se llega a duplicar. En algunos ecosistemas, llegan a retener el 80% del agua de lluvia, evitando que pueda escolar-se hacia ríos y embalses.

“En nuestros bosques se vive una auténtica guerra por la agua”, añade. En este sentido, desde Acción Climática se tiene claro que la solución pasa por la gestión forestal. “Hay que volver a trabajar el bosque. Tener menos árboles, pero más valientes. Más fuertes y con más diámetro. Que compitan menos por la agua”, destaca Sanitjas.

De hecho, proyectos como el que se desarrolla a la cuenca de la Muga va en esta dirección. Fomentar la gestión forestal a partir de créditos de carbono para “recuperar” el agua que, si no se hiciera nada, dejaría de estar disponible en las décadas próximas al embalse de Darnius-Boadella.