La petjada de la sequera en els boscos catalans

13 mayo 2024
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A pesar de las últimas lluvias, recibimientos en Cataluña como una centella de esperanza contra la sequía, la situación continúa siendo crítica. EL agua caída no se está filtrando como debería porque la tierra está tan seca que no deja que entre y funciona como un impermeable, haciendo que el riesgo por inundaciones o torrentes aumente si las precipitaciones son intensas.

Y esto repercute directamente en los árboles que “han perdido las hojas e incluso las raíces y que los costará mucho recuperarse”, tal como explica Anna Sanitjas, directora General de Bosques y Gestión del Medio del Departamento de Acción Climática del Gobierno de Cataluña.

"Si en septiembre encontramos árboles con las hojas marrones, no es porque sea otoño y es cuando las hojas se ponen mustias y caen del árbol, sino porque han sufrido estrés hídrico. Y las primeras estrategias que tiene el árbol para adaptarse a menos agua es perdiendo las hojas" Mireia Banqué

La prolongada sequía está llevando la vegetación de los bosques catalanes en un estado de alerta por mortalidad. El Moianès, Osona y el Bages son las tres comarcas más afectadas en Cataluña por un incremento del decaimiento de la masa forestal. Se calcula que 1 de cada 10 árboles en estas zonas estaría afectado de manera grave por estrés hídrico, según datos del Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural de la Generalitat de Cataluña.

El mes de febrero de este año batió el récord con la vegetación más seca que nunca. Entre las especies más afectadas por la falta de agua hay la encina, el pino carrasco, los matorrales o el pino rojo. Este último como el más afectado, en situación sanitaria grave por filtración de patógenos que matan al árbol y con buena parte de las copas de los pinos de color marrón, por la falta de agua y el aumento de temperaturas, que hacen que no se den las condiciones climatológicas idóneas para su supervivencia. “El 62% de los árboles en 2023 sufrieron defoliación grave, un aumento considerable respeto el 2020”, concreta Anna Sanitjas.

Como respuesta, desde CREAF se está realizando un estudio llamado Deboscat, que analiza el impacto de la sequía y el cambio climático sobre el comportamiento de los árboles.

Se hace un muestreo y se valora cuál es el estado de salud del bosque: donde se está dando el fenómeno de decaimiento forestal, defoliación y decoloración.

Desde el Gobierno se está trabajando también en un proyecto llamado 8x8CAT, que hace un seguimiento de como los árboles responden al déficit hídrico y a la defoliación.

Una de las conclusiones de este estudio es que ya no solo el pino rojo tiene el índice más alto de mortalidad entre las especies forestales catalanas, sino que el pino carrasco, propio del paisaje mediterráneo y más resistente a la falta de agua, está muriéndose también.

 Prueba de esto son masas de pinos carrascos que han colapsado por estrés hídrico y han muerto, especialmente en la zona del Parque Natural del Garraf. “Nunca antes se había visto lo cual. De repente se ha muerto todo un bosque, porque no puede aguantar más”, comenta Sanitjas.

La poca gestión forestal durante tantos años ha tenido que ver con las diferentes prioridades de los gobiernos en las legislaturas anteriores y la viabilidad económica, tal como explica Anna Sanitjas, quien reconoce que anteriormente la Administración catalana no puso la gestión de los bosques como un foco prioritario y que se tendrían que haber destinado más recursos físicos y económicos para mantener los bosques limpios y evitar haber llegado a la situación actual: “Esto no se hizo, llevamos treinta años de retraso en la gestión forestal del país. Hemos rectificado y ahora estamos apostando por eso. Aun así, continúa siendo insuficiente y es necesaria esta apuesta a largo plazo para revertir la situación o afrontarla para el clima del futuro”.

Y como se está llevando a cabo el tratamiento de los bosques? Los pasos que se están dando principalmente son la tala de árboles muertos, que afectan el crecimiento de los cuales están a su alrededor y que también están invadidos por el barrenador, un insecto que entra en la corteza del árbol y lo mata.

Durante el mes de mayo se realizará una vigilancia específica en los bosques de ribera para prevenir que se incendie el sotobosque y se actuará en aquellas zonas donde se acumula borrón de los chopos, que es muy inflamable. “Cuanto más frágil es el bosque, más propenso es a los incendios”, afirma Terrades. Todo esto se suma en un momento crítico para la nidificación de las especies.

La fauna se ve afectada también por el aumento de la temperatura y la mortalidad de los bosques, porque dependen directamente de su ecosistema. Esto repercute especialmente en la fauna autóctona, que se ve perjudicada por la aparición de especies invasoras, más adaptadas a los cambios de temperatura y humedad que se dan en los bosques. Esto hace que las poblaciones de animales autóctonos se reduzcan o entren en peligro de extinción, con el efecto de desequilibrar la red trófica.

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