L’experiència a Brussel·les explica com la UE menysprea l’evidència científica

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El Parlamento Europeo y el Consejo de la UE llegaron recientemente a un acuerdo para salir adelante la Ley de Restauración de la Naturaleza, que pretende proteger los espacios naturales del continente. Detrás de este pacto final —que celebraba especialmente la ministra de Transición Ecológica en funciones, Teresa Ribera, por el hecho que España ostenta la presidencia rotatoria europea—, se esconde un llevar proceso de negociación y tensiones partidistas que se ha prolongado durante meses. Sería de esperar que una norma tan decisiva para gestionar nuestro territorio esté basada en evidencias. El texto acordado, que todavía tendrá que ser ratificado por el Euro cámara y por el Consejo, pretende restaurar para 2030, como mínimo, un 20% de las áreas terrestres y marítimas europeas, cifra que tiene que elevarse al 90% en 2050. El problema es que esta ley está hecha de tal manera que "llevará más incendios", afirma Víctor Resco de Dios, profesor de Incendios y Cambio Global en la Universitat de Lleida. Este ingeniero forestal, que se encuentra entre los científicos más citados del mundo en su campo, relata al Confidencial la absurda experiencia que vivió en Bruselas en una reunión técnica justo dos días antes de que se cerrara el acuerdo que dio luz verde a la ley.

El propósito del encuentro, organizado por europarlamentarios, era reunir varios científicos y funcionarios europeos para analizar el cambio climático en ambientes mediterráneos. "En mi intervención hablé de los incendios, porque estamos pasando del Antropoceno al Piroceno", comenta el investigador. El Antropoceno es una propuesta para denominar una nueva época geológica caracterizada por el impacto del hombre sobre la Tierra, pero Resco va más allá al considerar que el paisaje, que antes era gestionado por el ser humano, ha sido abandonado y está empezando a estar modelado por el fuego. "Hay muchos estudios que nos indican que el área quemada está avanzando especialmente en las áreas protegidas, porque cada vez hay más combustible", explica en referencia a los matorrales y la hojarasca. Según este experto, hay tres factores que conducen a la catástrofe. En primer lugar, en los espacios naturales aumenta la superficie cubierta por estos materiales, que queman fácilmente. En segundo lugar, ahora tienen más continuidad a lo largo del paisaje, por lo cual el fuego se propaga en una extensión mayor.

La nueva ley no solo ignora estos peligros, sino que favorece todas las circunstancias en las cuales prospera el fuego. "Es la receta perfecta para los megaincendios", comenta Resco. El texto promueve una protección estricta, pero esto se traduce en un "abandono completo", asegura, "y nosotros ya sabemos que cuando se abandonan los bosques, queman". En otras palabras, si la vegetación no es transformada por el ser humano en alimento, leña o materiales de construcción; a largo plazo, acaba siendo pasto de las llamas.

"Nosotros ya sabemos que cuando se abandonan los bosques, queman". - Victor Resco

Un diálogo surrealista

A este experto no lo sorprende cómo ha quedado la nueva ley, porque "en Bruselas no se regula considerando los incendios. Sin embargo, tratar de argumentar sus ideas con estudios científicos provocó un diálogo que califica de "surrealista" en el marco de la reunión técnica. La escena podría ilustrar el que ocurre en estos complejos procesos de toma de decisiones, en los cuales las evidencias científicas pueden quedar completamente relegadas.

Resco empezó mostrando datos del JRC (siglas del Joint Research Centre o Centro Común de Investigación), que se encarga del asesoramiento científico a la Comisión Europea. Según la información divulgada por este organismo el pasado mes de septiembre, "las áreas protegidas parecen tener una mayor probabilidad de sufrir incendios que las no protegidas". Sin embargo, el responsable de Bosques de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea, Marco Onida, le respondió que estos datos eran erróneos y que ya habían sido retirados de la web del JRC (en realidad, continúan estando). "Me decía que no hay estudios científicos que correlacionen el área quemada con las áreas protegidas, así que le mostré tres y le dije que no eran simples informes colgados en una web, sino investigaciones revisadas", comenta el investigador español. Una de ellas, sobre los incendios extremos del suroeste de Europa, era del mismo Resco, que no salía de su sorpresa cuando su interlocutor insistía en la ausencia de evidencias científicas a pesar de que se las estaba mostrando. Otra, firmada por científicos de la Universidad de Castilla-La Mancha, explicaba que en el centro y el oeste de España la incidencia de fuegos es mayor en áreas protegidas. Un tercer estudio internacional llegaba a la misma conclusión para cualquier bosque o pradera de baja humedad.

Finalmente, "me dijo que para él era muy importante el mensaje que no había una relación estadística entre áreas protegidas y superficie quemada porque estábamos a dos días, literalmente, que se discutiera la propuesta para la Ley de Restauración de la Naturaleza". El científico español, que pensaba que había acudido a un simple encuentro técnico, le respondió que su agenda política no le daba permiso para negar la existencia de artículos que demostraban que estaba equivocado. "Son estudios independientes que no se han hecho pensando en políticas", apunta. El intercambio de pareceres acabó con el funcionario europeo recurriendo al argumento que "hay diferentes perspectivas sobre la verdad". El ingeniero forestal español finalizó respondiendo que "los hechos alternativos ya los aprendimos de Donald Trump". Más allá de la anécdota, Resco considera que este episodio es significativo y preocupante: "Es una constante que estamos viendo cada vez más en relación con el medio ambiente en la Unión Europea, puedes esperar que un político sea trumpista, pero no que los técnicos de la administración también lo sean", lamenta.

Contradicciones y "negacionismo encubierto"

De hecho, en su opinión, la Ley de Restauración de la Naturaleza rezuma cierto "negacionismo del cambio climático encubierto", puesto que en su objetivo de restaurar hábitats degradados olvida que el clima actual es diferente al del siglo XIX o al de hace diez mil años. "Muchos de los paisajes no los podremos recuperar, los árboles no prosperarán por falta de agua o por calor y esto sumará todavía más combustible para los incendios". Por eso, más que encuadrar la ley dentro del Pacto Verde europeo, "podríamos decir que es un Pacto Negro".

La nueva norma apuesta para aumentar la protección de los bosques maduros y se basa en la idea que este tipo de paisaje, compuesto por árboles de todos los tamaños (y, por lo tanto, esta "continuidad vertical" del suelo hasta las copas), almacena mejor la humedad. "Esto es cierto en ambientes boreales y en Centroeuropa", concede el profesor de la Universidad de Lleida, "pero en zonas mediterráneas no hay tanta agua". Además, en otras latitudes tampoco vale para el verano ni mucho menos en las épocas de sequía, cada vez más frecuentes.

En definitiva, "dicen que los bosques maduros son ignífugos, que hay que fomentar las estructuras complejas y la acumulación de madera, y que este material no contribuye a los incendios porque tiene mucha humedad", resume el experto. Sin embargo, la acumulación del que los científicos gritan necromasa es "como meter un tronco grande en la chimenea, puede quemar lentamente, pero durante mucho de tiempo, y esto desemboca en incendios de sexta generación, que acaban generando tormentas de fuego y propagándose a grandes distancias muy rápido". La necromasa es buena para la biodiversidad, porque la madera podrida da cobijo y alimento a muchas especies, pero "si tus indicadores dicen que cuanto más, mejor, tenemos un problema", asegura Resco. Del mismo modo, "es evidente que no hay que eliminar las áreas protegidas", pero si la propuesta es restaurarlas dejándolas abandonadas sin una gestión adecuada, "hay que tener en cuenta la propensión a incendios, puesto que, para estar protegidas, no tienen un hechizo que las libre de los del fuego".

Mala ciencia

Así que el problema de fondo es que muchas veces las políticas medioambientales no están guiadas ni por los hechos ni por las evidencias científicas. En este caso, la ley parece secundarse en una filosofía conservacionista que idealiza el pasado con excusas para los problemas del presente. El mismo JRC, en su labor de asesoramiento, ha publicado un documento en el cual defiende que los bosques maduros no se ven afectados por el fuego. "La rama del JRC que analiza datos te dice que los incendios están yendo en aumento en las áreas protegidas; mientras que la rama del JRC que interpreta estos datos y hace informes te dice que estos mismos espacios naturales son ignífugos y hay que aumentar la superficie que ocupan", denuncia el experto.

Sin embargo, la cosa se complica todavía más si, además de ignorar las evidencias científicas y los hechos, se hacen estudios erróneos o de mala calidad que después sirven de argumento. También este es el caso del JRC. En 2020 un grupo de sus investigadores publicó en Nature un artículo con datos de una alarmante deforestación a Europa ocurrida de manera abrupta a partir de 2015, con especial énfasis en la península Ibérica y los países bálticos. "El aumento de la tasa de aprovechamiento forestal es resultado de la reciente expansión de los mercados de la madera", apuntaban. Sin embargo, el que había ocurrido, tal como explicaron más tarde otros científicos en dos artículos diferentes en la misma revista es que los sensores del satélite usado en el estudio no habían funcionado bien. Los autores del primer artículo no habían contrastado sus observaciones con los datos de compraventa de la industria maderable ni habían comprobado que, en realidad, en el caso de Cataluña, los bosques habían sido afectados por una plaga de procesionaria. A pesar de todo, el estudio continúa estando disponible.